Hacer una sesión no es nada fácil. Te encuentras con clientes muy diferentes y la edad adolescente es una de las más complicadas. Siempre hay unos jóvenes más atrevidos que otros, pero generalmente todos tienen verguenza a la cámara, así que hoy explicaré como romper esa barrera.
Cuando un cliente entra en nuestro estudio de fotografía, lo primero que le enseñamos son imágenes de cómo vamos a trabajar, para darle una motivación y una seguridad. A continuación le explicamos que esto es como un teatro, en el que tiene que actuar con nuestras indicaciones. Normalmente siempre empiezo a posar yo para que vean que en una sesión de fotos no hay sentido del ridículo, y que ellos pueden hacer lo que quieran para sentirse cómodos en las fotografías.
Yo siempre les pongo el ejemplo del espejo, quién no ha salido de la ducha y se ha puesto a cantar o hacer tonterías delante del espejo, y se lo pasa bien imitando a un modelo, un cantante, un mago, etc... Así es como quiero que se sientan mis clientes.
Yo siempre digo que si en la sesión han disfrutado conmigo y se lo han pasado la mitad de bien que yo: hemos triunfado. Y si encima tenemos un buen trabajo, es fascinante. Os dejo un ejemplo de la sesión de dos hermana en el que afirmo que se lo pasaron genial.